Sin embargo, esto no implica que quienes gestionan talento reconozcan esa necesidad. Según una encuesta de WTW en el 2024, 62% de los empleados consideran el bienestar financiero como una de sus prioridades de cara a los próximos 3 años, mientras que solamente el 23% de los empleadores lo considera como tal; dándonos como resultado una diferencia de un 39% entre lo que los colaboradores piden y las organizan planean aportar.
Es aquí donde las organizaciones como figura de empleadores tienen la oportunidad de marcar la diferencia, al ofrecer programas de educación financiera a través de agentes y consultores especializados, como un beneficio más para sus empleados, en sintonía con el propósito de las empresas al fortalecer la dimensión humana y social.
Proporcionar programas de educación financiera no solo es una inversión en el bienestar de los trabajadores, sino también una estrategia inteligente para las empresas. Los empleados financieramente capacitados tienden a estar menos estresados, lo que se traduce en mayor productividad y menor ausentismo. Un trabajador que entiende cómo gestionar su dinero se convierte en un individuo más motivado y enfocado en su trabajo, ya que no está preocupado constantemente por sus problemas financieros o su retiro/jubilación.
Los programas de educación financiera también ayudan a los empleados a planificar para el futuro, reduciendo la dependencia de créditos de emergencia o préstamos de nómina que pueden atraparles en ciclos de deuda. Además, la capacidad de manejar sus finanzas personales de manera efectiva prepara a los trabajadores para una etapa más segura al fin de su vida laboral.
Además, la educación financiera fortalece la relación empleador-empleado al demostrar un compromiso genuino con el bienestar integral del trabajador. Esto, a su vez, mejora la retención de talento y eleva la reputación de la empresa y la valoración de la marca empleadora, como un lugar donde los colaboradores no solo son recursos productivos, sino seres humanos valorados y apoyados.
Es hora de que las empresas vean la educación financiera como algo más que un extra; es un beneficio esencial que empodera a los trabajadores y crea un entorno de trabajo más saludable y sostenible. La inversión en la educación financiera de los empleados no solo construye individuos más resilientes y responsables, sino que también edifica empresas más sólidas y comunidades más prósperas.
En definitiva, la educación financiera no es solo una herramienta para la vida; es un camino hacia una fuerza laboral más comprometida, productiva y satisfecha. Incorporarla como un beneficio empresarial no solo es la opción correcta; es la opción inteligente.
En Argentina, cada día resulta más relevante el desarrollo y el estímulo de una actitud financiera de largo plazo. Contribuir al mayor acceso y uso de los productos y servicios financieros de calidad que posibiliten mayor bienestar e igualdad de oportunidades permitirá fortalecer el desarrollo económico del conjunto de los habitantes.
El Economista