Desempleo, informalidad y pluriempleo: cómo es el mercado laboral al que se enfrentan los jóvenes

Pasado casi el primer cuarto del siglo XXI -y con una pandemia de por medio que aceleró y profundizó cuestiones que venían dándose en el ámbito laboral- se puede afirmar que hubo un cambio en la percepción que tienen los jóvenes sobre el trabajo.

Mientras que las generaciones pasadas vivían para trabajar y estaban dispuestas a hacer mayores sacrificios, hoy en día la mayoría de los jóvenes tienen un vínculo más distante en el que organizan su rutina con mayor autonomía y flexibilidad.

¿A qué se debe este cambio de paradigma? Aunque se pueden mencionar diversos factores, se debe principalmente al avance tecnológico que modificó las formas de trabajar. El teletrabajo, la hiperconectividad y la modalidad freelance permitieron que se desarrollen y amplíen nuevas ramas laborales. Esto, a su vez, se condice con el contexto económico y laboral que atraviesa el país y que explica, quizá, la nueva mentalidad de los más jóvenes.

El desempleo y la informalidad: los indicadores más duros contra los que luchan las nuevas generaciones

Según estimaciones de UNICEF en base a datos de la Encuesta Permanente de Hogares del Indec del primer trimestre de 2024, la tasa de desempleo es casi tres veces mayor entre las personas de 18 a 24 años (20,1%), que el promedio de la población (7,7%). A su vez, aquellos que tienen trabajo asalariado, la informalidad alcanza el 57%, casi el doble del promedio general (36%).

La tasa de desempleo de los jóvenes de 18 a 24 años es del 20,1%.

A esto se suma que Argentina presenta la peor expectativa de empleo en el mundo (4%), según una encuesta realizada por ManpowerGroup. En comparación, la media global se ubica en 25% y los países donde el indicador más creció es en India (37%), Costa Rica (36%), Estados Unidos (34%), y Brasil (32%). Por otro lado, Chile, Hong Kong e Israel son algunos de los países con las expectativas más bajas, donde ronda el 8%.

La crisis económica que atraviesa el país es una de las causas por las que muchos recurren al pluriempleo, ya sea para evitar caer bajo la línea de la pobreza o para poder sostener determinado nivel de vida. Así lo indica un informe que realizó el año pasado la consultora Taquion Research, en el que afirma que casi la mitad de los jóvenes quiere sumar un trabajo freelance para poder combinarlo con su trabajo fijo.

Aunque tener más de un empleo produce que los trabajadores se vean obligados a resignar tiempo de ocio, el cual es fundamental para que aumente la productividad y creatividad.

Uno de cada tres argentinos sufre burnout: cuáles son las causas

Estos factores generan que muchos jóvenes comiencen a padecer el denominadoburnout, que ocurre cuando una persona afronta de manera inadecuada el estrés crónico, cuyos rasgos principales son el agotamiento físico y emocional, la despersonalización y la disminución del desempeño personal.

El psicólogo egresado en la Universidad de Buenos Aires, Pablo Melicchio (MN 24.480), explica que, a diferencia del estrés común que puede desencadenar en relación a los demás quehaceres de la vida cotidiana, las personas que padecen burnout suelen no expresar lo que les sucede y sienten. En muchos casos tratan de tapar el padecimiento hasta finalmente quedar “quemados”: “Esto, luego, desencadena en síntomas psicológicos como trastornos de angustia y ansiedad, irritabilidad, frustración, y malestares físicos como alteraciones en el sueño y en la alimentación, cansancio crónico, dolor de cabeza y estómago, náuseas, mareos, hasta complicarse la salud integral”.

“El estrés siempre será un intento fallido del organismo, una reacción defensiva del cuerpo y de las emociones para afrontar toda situación estresante donde la persona se sienta desbordada. Y siempre será la consecuencia del incremento de tensiones y de síntomas psicoemocionales y físicos no detectados y abordados a tiempo”, agregó el psicólogo.

El burnout es un síndrome resultante de un estrés crónico en el trabajo que no fue gestionado con éxito.

Según el estudio Global Workforce of the Future, quienes más sufren de esto son los millennials y centennials, que son considerados la generación “más quemada”.

¿Los motivos? El excesivo uso del celular y la falta de límites termina generando que estén pendientes 24/7 del trabajo y no puedan desconectarse en ningún momento. Esto se ve reflejado en los datos del informe, que revela que el 32% de los encuestados están tan cansados que no pueden realizar otras actividades después de trabajar. A su vez, el 24% de la población señala que no puede relajarse después del trabajo.

“Si la vida profesional o laboral invade el resto de las áreas de la vida cotidiana puede ser porque la persona ya está superada por las eventualidades de su trabajo y no pueda poner y ponerse un límite. O porque, quizás, está intentando tapar alguna otra problemática, familiar, de pareja o social. Muchas personas ponen más energía en una cosa, consciente o inconscientemente, para desconectar de otra”, afirmó Melicchio.

Además, sostuvo que para alcanzar el bienestar es esencial la búsqueda del equilibrio entre las actividades laborales, las recreativas y el descanso: “No hay que comprarse el discurso capitalista del rendimiento, la sobreexigencia y la autoexplotación para la búsqueda de un éxito económico o material, que llevará, inevitablemente, al estrés y al deterioro de la salud”.

En relación a esto, la Universidad Siglo 21 utilizó el Maslach Burnout Inventory (MBI) para medir los indicadores de estrés crónico y agotamiento emocional. En este relevamiento identificaron que desde 2018 se incrementaron los niveles de burnout en los argentinos, mientras que, a su vez, descienden los niveles de felicidad.

Los niveles de felicidad de 2024 son los más bajos en los últimos años: solo el 50,7% de los argentinos se siente satisfecho con su vida y el 36,6% está conforme con su situación actual. Además, el grupo etario de jóvenes de entre 18 y 29 años son los únicos que muestran un aumento en este indicador, mientras que las personas que comprenden la franja de edad de entre 50 a 59 años presentan la mayor disminución.

Julieta Andrade – El Economista

 

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